Primera memoria de José Nicolás de Azara
Madrid: Editorial Castalia, 2010, 1441 pp.), pero todavía pendiente de ver la luz la prometida reedición de las cartas cruzadas con Manuel de Roda a cargo del profesor Sánchez Espinosa (Memorias, 2000, p. 6, n. 2), así como la correspondencia y documentación de oficio conservada en los Archivos del...
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Published in: | Cuadernos Dieciochistas Vol. 16; no. 16; pp. 376 - 380 |
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Main Author: | |
Format: | Book Review |
Language: | Spanish |
Published: |
Salamanca
Ediciones Universidad de Salamanca
01-01-2015
Institución Fernando El Católico |
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Summary: | Madrid: Editorial Castalia, 2010, 1441 pp.), pero todavía pendiente de ver la luz la prometida reedición de las cartas cruzadas con Manuel de Roda a cargo del profesor Sánchez Espinosa (Memorias, 2000, p. 6, n. 2), así como la correspondencia y documentación de oficio conservada en los Archivos del Estado, testimonian la honrosa veracidad de sus Memorias, apuntes subjetivos que, no obstante serlo, no se apartan de la realidad objetiva percibida por el autor, redactadas en un estilo sencillo, esto es, claro y preciso, sin más adornos que los naturales, con el que se muestra más el hombre que el escritor y cuya principal elevación radica en los asuntos que toca, expuestos sin retórica ni ánimo de conmoción, simple y llanamente relatados, salpicados de brillantes razonamientos y, naturalmente, de sus propios puntos de vista. Tras la Introducción, prosigue la Memoria con el motín romano contra los franceses y el asesinato de Hugo de Bassville el 13 de enero de 1793, acontecimientos que si bien no presenció Azara -se enteró de ellos antes de abandonar su residencia para dirigirse al Vaticano a la recepción de la princesa Sofía Albertina de Suecia-, los relata con todo lujo de detalles que acreditan su verosimilitud: aquel iniciado en el Corso por un abate al servicio del príncipe Rúspoli, y este perpetrado por un soldado napolitano de la tropa del Papa, que «yo conozco de vista [...], donde hasta pocos meses hace vivía tranquilo y ufano de su hecho y sin que nadie le haya reconvenido ni menos nombrado» (p. 129), aseveración que nos animó a cotejar y releer las notas dedicadas por Leandro Fernández de Moratín a la ciudad de Roma: «Quando no hay parte que pida, la justicia no obra, y dexa sin castigar el delito [...] En todo momento la Corte de Roma no deja de mirar, implorando protección, a la napolitana, secuaz de Inglaterra, mientras alimenta y aprovisiona a la armada británica del Mediterráneo y recibe con los brazos abiertos a los agentes y viajeros ingleses de ida y vuelta entre Nápoles y Roma, como lo eran, por ejemplo, Elizabeth Webster y su próximo esposo lord Holland, que pasaron por Roma en mayo de 1794: «I saw the Pope give his bendition to a kneeling and believing multitude. Su relato refiere una larga serie de hechos de trascendental importancia que presenció o protagonizó: la negociación de Bolonia con Garrau, Salicetti y Bonaparte; el desasosiego de Roma ante la incertidumbre de las gestiones; el pírrico armisticio de Bolonia de junio de 1796 que a ninguna parte satisfizo; la recepción jubilosa en Roma de dicha paz y el clamoroso recibimiento de Azara a su regreso de la negociación, en la cúspide de su celebridad y mayor gloria, y el incumplimiento del armisticio y la reacción anti-francesa del pueblo; la remoción en la Secretaría de Estado vaticana, a instancias de Azara, del cardenal Zelada por Busca; el inmediato desprestigio de Azara azuzado por los agentes anglo-napolitanos destacados en Roma; la ocupación y avance hacia Roma de los ejércitos republicanos, con el terror pánico que desató en la ciudad, y las últimas insistencias del sobrino de Pío VI, duque Braschi, y el marqués de Gnudi, para que Su Santidad se confiara de nuevo a las gestiones de Azara, su última esperanza ante Napoleón: «Al mismo tiempo que yo me mataba para salvar al Papa y a los romanos, en Roma se estaba maquinando la guerra más cruel a los franceses, fraguando diferentes alianzas para echarlos de Italia» (p. 215); y, finalmente, la firma de la Paz de Tolentino, el 19 de febrero de 1797, que supuso a la Corte de Roma, entre otras, la pérdida de las legaciones italianas que se reconvertirían a repúblicas, la contribución de 15 millones de libras tornesas y la indemnización de otras 300.000 por el impune asesinato de Bassville: «Dos horas después que fue firmado el Tratado, Bonaparte me expidió un correo [...] diciéndome que había concedido aquella paz al Papa por pura atención a la mediación del rey de España» (p. 232): Aquella mencionada tabaquera que Napoleón legó a lady Holland era precisamente... un regalo de S.S. por la paz suscrita in extremis, según se leía en el reverso del aludido billete: «Donné par le pape Pío VI à Tolentino en 1797». |
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Bibliography: | content type line 1 SourceType-Scholarly Journals-1 ObjectType-Review-1 |
ISSN: | 1576-7914 |